01 Jul 15 |
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Según la Ley 5/2002 del 27 de junio sobre drogodependencias y otros trastornos adictivos, en el Artículo 4 “se considerará como droga toda aquella sustancia que, introducida en un organismo vivo, puede modificar una o más funciones de éste, siendo capaz de generar dependencia, provocar cambios en la conducta y efectos nocivos para la salud y el bienestar social”.
En el Preámbulo de dicha Ley indica “Los principios básicos sobre los que debe constituirse cualquier Ley en materia de drogodependencias y otras adicciones hacen referencia a los siguientes aspectos: La consideración de las drogodependencias y otros trastornos adictivos como enfermedades comunes con repercusión en las esferas biológica, psicológica, social y familiar…”
El National Institute on Drug Abuse (NIDA) define la adicción como “…una enfermedad crónica y recurrente del cerebro que se caracteriza por la búsqueda y el consumo compulsivo de drogas, a pesar de sus consecuencias nocivas. Se considera una enfermedad del cerebro porque las drogas modifican este órgano: su estructura y funcionamiento se ven afectados. Estos cambios en el cerebro pueden ser de larga duración, y pueden conducir a comportamientos peligrosos que se observan en las personas que abusan del consumo de drogas.”
En base a estas afirmaciones conformamos que el trastorno por consumo de sustancias es una enfermedad crónica y recidivante, que provoca cambios químicos en el cerebro los cuales modifican su estructura y funcionamiento, que implica comportamientos patológicos: compulsión en el consumo, pérdida del control y estados emocionales negativos; y que su repercusión abarca e invade varias o todas las áreas de la vida. La cronicidad de la enfermedad supone un deterioro que afecta a la calidad de vida de las personas.
Como conclusión el consumo de sustancias supone consecuencias serias en nuestras vidas, alterándola y provocando consecuencias en muchas dimensiones. Es por ello que el tratamiento dirigido hacia la atención y ayuda a esta enfermedad va dirigido no sólo a dejar de consumir la o las sustancias, sino a lograr mantener un estilo de vida funcional y una calidad de vida.