30 Jul 21 |
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El presente Informe 2020 sobre el perfil de la persona con problemas de adicción en tratamiento realizado por el Observatorio Proyecto Hombre, se ha llevado a cabo utilizando una metodología de investigación cuantitativa, para la obtención y tratamiento de la información.
El Observatorio de Proyecto Hombre nace por la necesidad de generar información periódica sobre el perfil de las personas con problemas de adicción tratadas por Proyecto Hombre en España. Tiene una clara vocación de ofrecer información de calidad para el análisis de la problemática del consumo abusivo de sustancias y, de esta forma, contribuir a un mejor conocimiento y adecuación de los programas a las necesidades de las personas usuarias. Así, Proyecto Hombre demuestra el esfuerzo realizado, no solo en el tratamiento y prevención de las adicciones, sino también en el estudio de las mismas.
De manera más específica, el objetivo del presente estudio es analizar e identificar las características psicosociales, epidemiológicas y sociodemográficas de las personas con problemas de adicciones atendidos en los centros de Proyecto Hombre de toda España. También incorpora el análisis de los posibles factores influyentes en la problemática de las adicciones: aspectos personales, comportamientos de riesgo, factores emocionales y relaciones sociales.
Esta información contribuye a:
• Lograr un mejor conocimiento de la realidad de Proyecto Hombre, con el objetivo último de mejorar la calidad de vida de los usuario/as, sus familias y allegados.
• Ofrecer información de interés sobre el perfil de las personas con problemas de adicción en España, a profesionales y entidades relacionadas con las drogodependencias.
• Visibilizar las diferentes realidades de la adicción como antesala a la sensibilización de este fenómeno social.
La información del Observatorio proviene de la base de datos interna de Proyecto Hombre (Ge-sadic), que recoge información relacionada con las personas atendidas en los programas de tratamiento y que, a su vez, recoge los datos obtenidos en la aplicación sistemática y periódica del cuestionario denominado “EuropASI”.
El EuropASI es la versión europea de la 5ª versión del ASI (Addiction Severity Index, Índice de Gravedad de la Adicción) desarrollada en Estados Unidos por Mc-Llelan (1990). El ASI fue creado en 1980 en la Universidad de Pensilvania con el objetivo de obtener un instrumento que permitiese conseguir información relevante para la evaluación clínica inicial de los pacientes con problemas de abuso de drogas (incluido el alcohol), y así planificar su tratamiento y/o tomar decisiones de derivación, así como con fines de investigación.
INFORMACIÓN GENERAL
Las mujeres en tratamiento en 2020 suponen un 16,5% de las personas atendidas, frente a un 83,5% de hombres. Se observa un ligero aumento en el porcentaje de las mujeres si comparamos con años anteriores.
La media de edad acumulada para ambos sexos es de 38,7 años (con un intervalo que se sitúa entre los 18 y los 76 años) siendo el grupo más representativo el que abarca desde los 42 a los 49 años, con un 30,6% del total de personas usuarias de Proyecto Hombre. El grupo de edades comprendidas entre los 34-41 años representan el 25% y el de 50-57 suponen un 19,4%.
En referencia a tratamientos anteriores, hay que destacar que un 77,9% de las personas usuarias no han estado en ningún centro de tratamiento en el mes previo a su entrada en Proyecto Hombre. En este sentido, no se observan diferencias significativas según sexo.
SOCIAL Y FAMILIAR
Tras el estudio de la presencia de uso problemático de alcohol y/o drogas en 62 tipos de relaciones de parentesco de las personas atendidas en Proyecto Hombre durante el año 2020, se ha obtenido una incidencia superior al 10% en 9 de ellos. Las relaciones de parentesco que aparecen como más problemáticas son:
• Padre con problemas de alcohol en un 29,3% del total de las personas usuarias. Si tenemos en cuenta el sexo aparece una diferencia importante entre hombres y mujeres, destacando el 37,4% de las mujeres sobre el 27,9% de los hombres.
• Hermano con problemas de drogas, que aparece en el 17,8% de las personas atendidas en Proyecto Hombre. También aparecen aquí diferencias entre hombres y mujeres ya que las mujeres en un 20,8% tienen algún hermano con este problema frente al 17,2%.
El estado civil de la mayor parte de quienes han iniciado tratamiento durante 2020 corresponde a personas solteras, con un porcentaje medio del 59,4% para ambos sexos, más de 40 puntos por encima del siguiente estado civil con mayor representación por número de personas en tratamiento dentro de la organización, las personas casadas, con un 18,1%.
Realizando un análisis en función del sexo, se aprecian diferencias importantes:
• Entre los solteros, el mayor porcentaje lo representan los hombres con un 60,8% frente a un 51,7%
• Si agrupamos separados y divorciados, las mujeres se sitúan unos 12 puntos porcentuales por encima de los hombres (29,8% frente al 17,6%).
• Destaca también la diferencia en el estado de viudedad, con un mayor porcentaje de mujeres (3,5%) que de hombres (0,5%).
En cuanto a la forma habitual de convivencia destacan las personas que lo hacen con la familia, bien sea la nuclear o bien la familia de origen. El 42,4% convive con la primera opción, formada por las categorías “pareja”, “pareja con hijos” e “hijos”, mientras que el 34,5% convive con la segunda opción, formada por las categorías “padres” y “familia”. La siguiente opción más frecuente es la de vivir solo, que se da en el 14% de las personas atendidas.
Por último, señalar que el 3,7% viven en “medio protegido” y el 2,4% en una situación “no estable”, reflejando estas dos últimas categorías la especial vulnerabilidad que puede darse en la forma de vida entre las personas en tratamiento en Proyecto Hombre.
Atendiendo al sexo, no existen grandes diferencias entre categorías, salvo aquellas referidas a la convivencia con los “padres” y con los “hijos”. Las mujeres no sólo viven mucho más independizadas de sus padres (un 16,1% frente a un 24,6% de los hombres), sino que además se hacen más cargo de sus hijos/as: un 12,1% frente a un 0,9% de los hombres. Esta situación conlleva un menor apoyo de redes sociofamiliares y una posible mayor carga económica y asistencial, redundando en un mayor grado de vulnerabilidad socioeconómica y riesgo de exclusión social para las mujeres con problemas de adicción. Esta situación puede ser una de las razones de la menor accesibilidad de las mujeres a tratamiento.
Analizando uno de los factores de riesgo para las personas en tratamiento, obtenemos que entre las personas que conviven con otros, el 8,8% lo hacen con alguna persona que tiene problemas con el alcohol y el 7,2% con alguien que tiene problemas con las drogas. En ambos casos, de nuevo, se repite un factor de mayor vulnerabilidad para las mujeres ya que hay un mayor porcentaje, tanto en el caso del alcohol (2,1 puntos porcentuales) como de las drogas (5,7 puntos porcentuales), entre las mujeres que conviven con alguien con estos problemas que entre los hombres.
En cuanto a los índices de conflictividad podemos destacar que más de la mitad (56,3%) de las personas atendidas han tenido problemas con la pareja, el 50,1% los han tenido con la madre y/o con el padre (47,7%) y en un 42,2% con los hermanos. En un porcentaje ya significativamente más bajo aparecen relaciones conflictivas con amigos (25,6%), compañeros de trabajo (23,2%), etc. Las relaciones que presentan menor índice de conflictividad son las que se tienen con los hijos que lo hacen en un 10,6% de los casos.
En este sentido también destacan algunas diferencias importantes relacionadas con el sexo: las mujeres presentan mayor conflictividad de pareja con un 66,8% frente al 54,2% de los hombres, lo cual se relaciona con los datos sobre el estado civil con un porcentaje más alto de divorcios y separaciones entre las mujeres. Otra diferencia notable se da en las relaciones conflictivas con los hijos/as: 19,1% para las mujeres frente al 8,9% de los hombres.
En realidad, si tenemos en cuenta el tipo de convivencia, se puede deducir que es lógico un aumento de las relaciones conflictivas con los hijos/as por parte de las mujeres ya que como hemos dicho, éstas conviven con ellos en un mayor porcentaje que los hombres.
Por último, destacamos que el 58,8% de las mujeres tienen una relación conflictiva con la figura materna, frente al 48,4% de los hombres. También es mayor el porcentaje de mujeres con relaciones conflictivas con los hermanos (47,8%) que el de los hombres (41%). Una vez más éstos pueden ser factores que hacen más difícil los procesos de inserción para las mujeres debido a la existencia de mayores conflictos familiares y dificultades en los procesos de apoyo en el momento del tratamiento y reinserción.
El análisis de la experiencia de abusos a lo largo de vida nos dice que casi la mitad de las personas atendidas han sufrido, al menos, alguno de los tipos de abuso analizados: así el 48,7% de las personas manifiesta haber sufrido abuso emocional, el 27,4% abuso físico y el 9,2%, abuso sexual.
Como en otras categorías, se da una importante diferencia atendiendo al sexo: las mujeres superan en cada una de las categorías analizadas a los hombres, poniendo una vez más de manifiesto la situación de mayor vulnerabilidad de las mujeres atendidas.
En cualquier caso, para el total de la población atendida, éste es un tema de obligado abordaje en todos los tratamientos e intervenciones en adicciones, dado el alto porcentaje de víctimas que arroja el estudio.
SALUD
El 30,4% de las personas en tratamiento en Proyecto Hombre afirma padecer algún problema médico crónico que interfiere en su vida cotidiana. No obstante, no se observa que las personas en tratamiento en nuestros centros presenten una mayor problemática médica crónica que la esperada en la población general.
Esta pauta se repite igualmente respecto a la toma de medicación, habiendo únicamente un 26,3% que toma algún tipo de medicamento de forma regular por prescripción médica, siendo este porcentaje, no obstante, mayor en las mujeres (35,3%) que en los hombres (24,2%).
PROBLEMAS PSICOLÓGICOS Y EMOCIONALES
Se constata una elevada comorbilidad de la adicción y otros trastornos psicológicos y emocionales entre las personas que acuden a tratamiento, destacando la alta incidencia a lo largo de la vida de trastornos de ansiedad severa (67,1%), seguido de depresión severa (53,1%) y de los problemas emocionales / psicológicos (49,4%), siendo otro importante indicador del grado de afectación de la salud mental el relacionado con el suicidio, pues un 22,2% de las personas atendidas en Proyecto Hombre ha intentado suicidarse.
Se observan diferencias entre géneros: las mujeres en tratamiento presentan porcentualmente una mayor incidencia de problemas emocionales y psicológicos (67,3% mujeres; 45,9% hombres), depresión severa (70,8% mujeres; 49,6% hombres), e intentos de suicidio (37,6% mujeres; 19,1% hombres).
EMPLEO/SOPORTE Y EDUCACIÓN/LABORAL
En el ámbito educativo, para el año 2020, los bajos niveles formativos siguen siendo una constante entre la población atendida en Proyecto Hombre. Así, un 52% dispondría de un grado académico inferior a la secundaria, correspondiendo un 30,7% al nivel de primaria y un 21,3% a personas sin estudios. Dato que vendría a subrayar la necesidad de formación de las personas en tratamiento.
Ahora bien, los problemas de adicción alcanzan también a todos los niveles académicos, como atestigua el 37,6% de personas que han finalizado la enseñanza secundaria y estudios medios y el 10,4% con estudios universitarios.
Esto conduce a una menor capacidad de cualificación profesional y a una mayor ocupación en sectores y actividades más intensivos en mano de obra. Ejemplo de ello lo encontramos en el sector de las “ocupaciones elementales”, con un 17,8%.
En cuanto al sexo encontramos grandes diferencias en relación a los siguientes sectores profesionales: en el de los “trabajadores de los servicios de restauración, personales, protección y vendedores”, los hombres son el 16, 3% y las mujeres representan el 31,5%, existiendo una diferencia de un 15,2% entre ambos; en el de los “artesanos y trabajadores cualificados de las
industrias manufactureras y la construcción”, los hombres son el 19,0% y las mujeres representan el 6,2%, existiendo una diferencia de un 12,8% entre ambos; en el de los “operadores de instalaciones y maquinaria, y montadores”, los hombres son el 8,2% y las mujeres representan el 3,8%, existiendo una diferencia de un 4,4% entre ambos; y por último, en el de los “trabajadores cualificados en el sector agrícola, ganadero, forestal y pesquero”, los hombres son el 4,5% y las mujeres representan el 0,6%, existiendo una diferencia de un 3,9% entre los mismos/as.
Por lo que respecta a la situación laboral, predomina un perfil normalizado, siendo el patrón de empleo más habitual de las personas usuarias, el de trabajo a tiempo completo (64,6%). De esta manera, el 79,5% de las personas usuarias habría tenido un trabajo, ya sea a tiempo completo o parcial, siendo indefinido o temporal, en los últimos tres años; el 13,2% habría estado desempleado/a; y el 7,3% habrían sido inactivos/as.
El “empleo” se sitúa como principal fuente de ingresos, con un 41,0%, seguido del procedente de los subsidios, con un 30,5% (es la suma de pensión o SS, paro y ayuda social) y de los “compañeros y familia” con un 22,7%. En función del sexo, sin embargo, la fuente principal de ingresos es diferente: en el caso de las mujeres es importante resaltar que su principal fuente de ingresos a lo largo del 2020 ha procedido de los subsidios, con un 40,8%, muy alejado del 28,6% del caso de los hombres, cuya fuente principal de ingresos sigue siendo el “empleo”.
Esto demuestra que las mujeres han sido las grandes perjudicadas por la crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19, pues la mayor destrucción de empleo se ha producido en el sector de los “trabajadores de los servicios de restauración, personales, protección y vendedores”, sector que coincide en ser en el que hay más mujeres empleadas, un 31,5%, muy por encima al de los hombres, con un 16,3%.
PROBLEMAS LEGALES
Casi un 7% de las personas que iniciaron tratamiento en 2020 lo hicieron en aplicación de medidas judiciales que posibilitaron que no ingresaran en prisión, a fin de poder llevar a cabo un proceso de tratamiento y rehabilitación. La proporción de hombres en esta situación (7,5%) triplica al de mujeres (2,6%).
Hay que añadir que un 3,7% de las personas que empezaron su tratamiento en 2020 se encontraban en situación de libertad condicional en ese momento (3,9% de hombres y un 2,4% de mujeres).
Aunque la gran mayoría de las personas atendidas no presentaba problemas con la justicia (79%), una de cada cinco tenía cargos, juicios o sentencias pendientes. Esta situación afecta en mayor medida a hombres (21%) que a mujeres (15,9%).
Si se analizan los motivos por los que las personas que sí han sido acusadas por algún delito a lo largo de la vida, en un 20,3% ha sido debido a la posesión y tráfico de drogas. De ellas un 54,3% fue acusado una única vez, un 17,3% dos veces y el resto (28,4%) tres o más veces.
USO DE ALCOHOL Y OTRAS DROGAS
Con relación al consumo de sustancias psicoactivas entre las personas que ingresan a tratamiento, habitualmente se encuentran consumos problemáticos de varias sustancias, aunque en la mayoría de los casos se puede indicar una sustancia principal de referencia. En este
sentido, en 2020 la sustancia principal de referencia es la cocaína para el 39,1% de las personas atendidas, seguida del alcohol en un 36,1% de los casos. Este dato viene a confirmar la tendencia observada en años anteriores del incremento de la prevalencia de la cocaína como sustancia principal generadora de demanda de tratamiento en nuestros centros. Sin embargo, el alcohol continúa siendo una sustancia que genera gran cantidad de demandas de tratamiento, y junto con la cocaína suponen 3 de cada 4 ingresos (75,2%). Esto es aplicable tanto en el caso de mujeres y de hombres; si bien, entre las mujeres el alcohol tiene la mayor prevalencia mientras que entre los hombres corresponde a la cocaína.
Independientemente de la sustancia de referencia al ingreso, y considerando el consumo regular y/o problemático a lo largo de la vida para cada una de las sustancias, la más frecuente es el del alcohol con una media del 82,6%, que se agrava por la presencia de consumo de alcohol en grandes cantidades en un 63’8% de las atenciones. Las otras sustancias que reportan mayores porcentajes de consumo –no excluyentes- son la cocaína, con un 74,3% y el de cannabis, con un 58,5%. En el caso de las mujeres, la prevalencia de consumo a lo largo de la vida de sustancias psicoactivas sigue caracterizado por ser considerablemente inferior en sustancias ilegales (cocaína, cannabis…), pero similar o incluso ligeramente superior en sustancias legales (alcohol y benzodiacepinas).
Respecto a la edad media de inicio en el consumo, la mayoría de las personas en tratamiento en Proyecto Hombre reconocen haber iniciado el consumo problemático de alcohol entorno a los 16 años y el consumo de cánnabis cerca de los 17 años. Estas dos sustancias son las que siguen presentando unos promedios de inicio de consumo regular o problemático más tempranos. Mientras que, por otro lado, entre los 19 y 21 años se tiende a presentar el inicio de consumo de alucinógenos, inhalantes, más de una sustancia y cocaína. En el caso del alcohol en grandes cantidades, la heroína y otros opiáceos, el inicio se da entre los 22 y los 25 años. A partir de los 26 años observamos los inicios de consumo más tardíos, en el caso de las benzodiacepinas (26’5) y de la metadona (28’5). En general, respecto a las edades de inicio en los últimos años, observamos que la edad media de inicio de consumo tiende a aumentar ligeramente, con la excepción del consumo de metadona.
Además, es reseñable observar que el número de años de consumo antes de entrar en Proyecto Hombre es, en general, mayor en el caso de los hombres y que las mujeres tienden a iniciar el consumo regular o problemático más tarde que los hombres. Sin embargo, en algunas sustancias los años que llevan consumiéndolas de media es mayor en las mujeres, destacando el caso de la metadona y el de los barbitúricos. También la presencia de episodios de sobredosis es mayor entre hombre con dos puntos porcentuales de diferencia.