Uso inadecuado de pantallas

«Le dejé mi contraseña de Instagram a mi mejor amiga. Las dos conocíamos nuestras contraseñas del móvil y nunca había pasado nada. Pero por un tema de chicos discutimos. No podía entrar en mi cuenta y pensaba que me la habían bloqueado, pero lo que pasaba es que alguien había cambiado la contraseña. De repente empezaron a llamarme al móvil desde números que no conocía. Me hablaban de sexo, me proponían quedar… pero yo no sabía quiénes eran. Me enviaban las fotografías de mi perfil por whatsapp. Me agobié muchísimo. No sabía muy bien a quién decírselo. Mi madre me notaba rara y me preguntaba, pero no me atrevía a decírselo, hasta que también empezaron a llamar al teléfono de casa. Mi madre me obligó a denunciarlo y a acudir a tratamiento. Yo estaba fatal así que dije que sí. Me costó pero me han ayudado muchísimos», testimonio anónimo paciente Proyecto Hombre Madrid.

«No fui consciente de los riesgos que tienen las pantallas hasta que mi hija fue adolescente. Poner límites era un problema porque se enfadaba, discutíamos… a veces por no tener que pasar por esto le dejaba utilizar el móvil más tiempo pero luego me daba cuenta de que no lo estaba haciendo bien como madre. Veía que se metía en aplicaciones y se pasaba horas. Ya no le apetecía hacer otras actividades al aire libre y yo entendía que era normal por su edad, pero no quería que dependiera de las pantallas. Me inscribí en los talleres para padres y esto me ayudó a gestionar el uso de internet con ella. No sabía que se podía poner un límite de horas de uso en las aplicaciones, por ejemplo, o que se pueden limitar ciertos contenidos. He empezado a hablar con ella del contenido al que accede y a ayudarle a diferenciar entre lo que ve en internet y lo que es real. Me está ayudando mucho», testimonio anónimo paciente Proyecto Hombre Madrid.

«Nuestro hijo tuvo una infancia bastante normal. En 3º de la ESO comenzó a estar raro, discutíamos mucho, no le apetecía hacer nada… pero pensamos que era cosa de la edad. Lo que pasaba en realidad es que le acosaban en el colegio, pero nosotros no lo sabíamos y él no nos dijo nada en ese momento. Comenzó a pasar más tiempo en casa, veía muchos vídeos en YouTube, tenía un canal donde colgaba vídeos, jugaba a videojuegos con otros chicos de su edad… Nosotros le animábamos a salir, a quedar con sus amigos, pero él no quería. Parecía que eso le motivaba y que estaba mejor, y le dejamos pensando que no todos los chicos son iguales. Pero poco a poco todo empeoró. Cada vez estaba más irritable, no quería hacer nada, no quería salir de casa… empezó a sacar peores notas, repitió 4º de la ESO, no quería ir al instituto y le matriculamos obligado en un grado de informática al que no llegó a ir. Estaba triste, irascible… no podíamos hablar con él. Casi no salía de su cuarto, no sabíamos qué hacer. Él no quería pedir ayuda pero la pedí yo. No sabía por dónde empezar ni cómo podíamos haber llegado hasta ese punto. Poco a poco le convencimos para ir al psicólogo.  Gracias a los profesionales está mucho mejor. Es un proceso largo, pero hay solución», testimonio anónimo paciente Proyecto Hombre Madrid.

«Desde pequeño me gustaban mucho los videojuegos. Cada vez jugaba más y descubrí que era muy bueno. Seguía a youtubers que se ganaban la vida así y llegué a jugar en un equipo federado. Sin darme cuenta dejé de hacer otras cosas. Pasaba horas y horas, incluso por la noche. No me importaba no dormir. Cada vez se me daba mejor y me obsesioné. Mis padres me lo decían pero no les hacía caso. Discutíamos mucho. Me entendía mejor con los otros chicos que jugaban a videojuegos y dejé de quedar con mis amigos. Sin darme cuenta me aislé. Empecé a faltar al instituto. Aprovechaba que mis padres se iban a trabajar y dormía por las mañanas. Solo me calmaban los videojuegos. Aunque al mismo tiempo me generaban ansiedad. Mi madre me obligó a ir a tratamiento. Ahora entiendo lo que me pasaba pero ha sido muy difícil. Ojalá haberme dado cuenta antes», testimonio anónimo paciente Proyecto Hombre Madrid.